viernes, 26 de agosto de 2011

Los niños del Cuzco

Los veo venir, no son mas que unos cuantos puntos,
se deslizan lento, descifro sus voces, vienen a mi encuentro,
Muevo vientos, lanzo rocas, borro senderos,
Pretendo engañar, mentirles a estos mensajeros,
Soy Llullaillaco la montaña que observa.
Amiga del Sol Inca, deidad sin conciencia.
Vienen a sembrar muertos para cosechar vivos,
En que delirio mi suelo es el elegido,
Para tan, despiadado sacrificio,
Son tres niños de Cuzco, los escogidos,
Sus cuerpos luchan por subir a mi cumbre,
Siento su miedo, su hambre, sus pies enllagados,
Sus pulmones expandidos,
Su cansancio, sus falsos destinos.
Lloro con ellos y para ellos,
Les hablo como viento:
Que no es necesario,
Yo sólo abrazo,
El hombre es el necio,
Se siente el centro del universo,
No se entiende,
Ninguna realidad le es suficiente,
Que sé, de las almas que gimen,
Pero no entiendo su dolor,
Que no necesito la muerte.
Por esto los acojo, los acurruco,
Les canto al oído:
Que no existen dioses,
No teman,
Nada es en vano,
El sufrimiento tiene un camino,
serán eternos, piedra en hielo,
No serán profanados,
No se harán polvo,
Y la pasividad de su santuario,
Servirá para justificar el temor de los hombres,
Que para regocijo del hombre de hoy,
Consciente de mi naturaleza,
Sabe que soy pura imagen,
Y no ve deidad, en ella,
Eran solo unos niños del Cuzco,
Duerman, duerman,
Que yo los acurruco.



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