
Los rumores de la vida escapándose, agudizaban todos sus sentidos, dispuestos a despedirse de lo inevitable. Era tarde para lamentarse, hay actos en la vida que se salen de las manos, que determinan un destino sin boleto de regreso. Los espacios guardan silencios, pero hay momentos como este, que todo se percibe, la voz del viento, el sigilo de la noche, el juego de las tinieblas que aparecen y desaparecen para dar paso a otras más macabras, más negras, se abren abismos que tragan y llevan a otros abismos.
Escuchó su propio estertor, aspiraba un aire pesado y ruidoso que no alcanzaba a llenar sus pulmones, pero que no le impidió a su mente volar y traer a Libia con los últimos momentos que vivió a su lado. Ahora lo inevitable estaba ocurriendo, lamentaba no haberle dicho tantas cosas, hablarle con gratitud que fue lo que siempre le inspiró, pedirle perdón, decirle lo que en vida nunca se atrevió y que ahora al morir probablemente los demás se encargarían de decir por él.
Anhelaba, como sólo anhelan los muertos, poder quedarse algún tiempo más en este cuerpo que ahora abandonaba, las ganas de vivir le estaban dando miedo, y ya no cabía el arrepentimiento, iba cerrando los ojos con temor de no volverlos a abrir, se iba apagando la imagen del piso de tierra donde la sangre iba ganando espacio, pintándolo de un rojo tibio que empezaba a enfriarse, el torrente de vida que hace unos minutos habitaba en él, huía como jauría hacia la nada por huir del eterno encierro. El alma y la sangre se le iban juntas de la mano, era una desgracia no tener ojos para las dos.
Nunca se imaginó que este momento llegaría y se haría realidad la más recurrente de sus pesadillas, morir en manos de sus enemigos, ¡cuántas noches despertó impregnado en sudor!, reviviendo con dolor todas las torturas, reconociendo palmo a palmo cada parte martirizada de su cuerpo, soportando vejaciones, tratando de desconectar la mente para
no sufrir. Los sueños nunca los pudo controlar; sin embargo, el fin de su vida, eso sí solo él lo decidiría, siempre se lo dijo a Aisha " de mi muerte me encargo yo ".
Al final un escalofrío helado lo recorrió, en las convulsiones de su propio cuerpo, sintió la de tantos hombres retorcerse de la misma forma; pidiendo clemencia, llorando como niños, invocando a Alá, (Ašhādu anna lā ilāha illā [A]llâhu wa anna Muhammadan rasūl l-lâh), y por último montañas de pies, cabezas, manos, el desprecio de la humanidad por un cuerpo que se doblega ante el dolor.
Sabía que Alá lo estaría esperando, siempre guió sus pasos, sus decisiones hasta el final, tiene que ser justo, porque juntos lo planearon.
Al partir, pudo verse tirado en el piso de tierra, boca abajo rodeado por el charco de su propia sangre, un cuerpo que le perteneció y ahora yacía sin poder. La mano se aferraba a una arma fría, era el arma de un muerto.
El estruendo llegó junto con aviones de la OTAN, un caza bombardero atravesó las nubes dejando caer terror y muerte en su camino, se oyen pasos, gritos, voces que braman su nombre, disparos, pero ya no importa nada, nada de esto ahora le atañe.
Aisha ve su rostro reflejado en el televisor hace rato que las imágenes que salen de él han dejado de producirle las mismas sensaciones, de dolor, impotencia, rabia, compasión. Unas inmensas ganas de llorar, de destruir y hacerse daño se apoderan de ella, y mientras tira y rompe todo a su paso, blasfema. No alcanza a comprender ¡cómo su padre permitió tanta humillación!, tanta tortura, tanta aflicción, ¿que falló? ¿en qué momento le faltó el valor?, o al contrario quien le dio el valor de soportar lo que decía nunca sería su caída a manos de nadie, que no fueran sus propias manos.
Increhible hace una semanas comentabamos con horror la caza de este heroe para uno y tirano para otros, hoy Grecia,El Chapo ocupan los sentimientos y el interes pasajero de aquellos informados...esa es la vida acontecimientos esperados o sorpresivos que nos distraen de nuestra propia monotonia,
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