martes, 29 de noviembre de 2011

Tramontana caribeña

 Julio y Julito sentados en la isla de Haiti


Y a la  mujer  se le llenaron  de golpe los ojos de mar, se inundó de agua salada que iba sazonando los recuerdos, ahí parada sentía como las olas lamían sus pies que pisaban una arena fina y negra, ya antes conocida, con un sol amigo que abrazaba y tocaba con la calidez de la memoria. Se oía el rumor del agua que es la voz natural del  mundo viviente que se esconde detrás de la cortina de un azul profundo, brillante, que presume ser interminable y a la vez intimidante con el bramar de sus olas.
Un viento inclemente e insistente, comenzó  apabullar  a la mujer, tal parecía que una mano invisible la separaba violentamente de la arena que antes pisaba, para derrumbarla como un trapo olvidado. Como el viento llegó, el viento ceso... 
<< Haiti, estamos en Haiti >> grita un niño solo a unos cuantos pasos de ella. Dos niños y una niña en traje de baño juegan rodeando una enorme piedra, que abrazada por el mar luchaba por mantenerse a flote. Recogiendo sus pasos la mujer se acerca, los niños la llaman por su nombre, << María, súbete a la piedra, que esperas, ¿no quieres conquistar Haiti?. La magia de los instintos se burla de ella y una leve mirada a sus huellas que van quedando atrás le dicen que el tiempo la ha regresado a quien antes era, María de 8 años. Todo esto, a la que antes fue mujer, se le antojaba extraño, quizás fue la tramontana que como es sabido lleva consigo los gérmenes de la  locura, regresándola a la realidad de una infancia feliz.
Corre hacia su hermana Michele y sus primos Julio y Licho, este último siempre jugando con la Geografía llamando países y continentes a pedazos de tierra y piedra.
María sube a la piedra gritando a grito pelado la conquista de un Haití despoblado, una ola acaba derribándola, Todos se ríen y comienzan a empujarse, para entrar juntos al mar.
Una sensación de placidez los embarga, cuando se es niño la felicidad no se cuestiona solo se siente y se merece. María se quiere perder en este mar de las playas de Pochomil, en las olas, en las interminables horas de ciudades de arena, de trampas de  aguas malas, donde los incautos nunca caían, de regaños por meterse de cuerpo entero en el barril del agua potable, del temor en el abatir de una hamaca que como cohete te mandaba al sol, de un mundo lleno de Turras y juegos. Y da las gracias no sabe si a Dios o a la Tramontana, de revivir un pedazo del que fue su cielo, y no importa si ahora al volver el rostro todo lo que ve, vuelva a ser lo que es, ó quede unos años más viejo.







jueves, 24 de noviembre de 2011

El poder de mi nombre

Maria Paz se va a llamar la niña, dijo Conchita, apretando entre sus brazos a su segunda hija. El nombre, escogido en honor a su abuela paterna, quien se llamaba Paz. Lo de María fue simplemente por ser esta su segunda opción. Conchita no supo, ni le hubiera importado que María es un nombre Hebreo que es el más popular entre los cristianos por ser la madre de Jesús, que es la elegida, la amada por Dios, que es de naturaleza emotiva, suave, ágil para pensar y que podría destacar como mediadora de paz, siendo su número de suerte el 4. Tampoco llegó a saber que el nombre de Paz es de origen Latín, es armonía, de naturaleza diligente cuidadosa, emotiva y que podría ser una buena escritora, el número 6 su boleto de suerte. Todo esto nunca importó porque nunca se supo, Conchita solo quería agradar a su papá a quien amaba y admiraba.
Y así creció María Paz con el mismo nombre de la señora del retrato, que ocupaba una pared en casa de los abuelos. Un ser angelical de ojos índigo mar, impenetrables, dulces y a la vez violentos. Con un nombre que despide tradición, que suda paciencia, equilibrio. Vacío de inquietud. Y como premio el amor y predilección de su abuelo.
Para María Paz hubiera sido preferible conocer todos los atributos de su nombre, así sin dudar se hubiera licenciado en la carrera de relaciones internacionales ó la de Filosofía y letras, habría apostado siempre al número 6 y al 4, y hubiera amado su nombre completo. Pero como bien es sabido que conocer el futuro nos impide tener esperanza, estos conocimientos le fueron negados y solo atendió a los del corazón que latía fuerte cuando la llamaban María a secas por que se instalaba en la añoranza de la niñez y la familia, y cuando la llamaban Paz a secas porqué se le venía de golpe el amor de su abuelo.
María no sabía en que momento su mundo se dividió en dos, con la razón en medio.
Oscilaba tocado con una punta del pie su día a día, y con la otra punta del otro pie el mundo de los libros que leía, y en medio el separador quien la cordura ponía.
Se sentía desbordada de vidas, de todas las mujeres con las que el nombre compartía.
Ahora Paz es una mujer que reconoce lo que su nombre exige de ella.
_ Me inspiras paz _ le dicen sus amigas, ella sonríe, que poder ejerce este nombre?, que engaña y no deja ver la turbulencia que se esconde detrás de esas 3 letras.
Ella sabe que ahora los libros no son suficientes para aclarar su mundo, quiere adueñarse de las letras para contar sus propias historias, porqué se siente tanto que no se debe tomar a la ligera, hay que ponerle grilletes a las palabras y encarcelas en papel, mantenerlas presas para que otros puedan visitar un alma expuesta.
María Paz juega a ser escritora, todas las mañanas corre en un parque que rodea una presa, y mientras su cuerpo se esfuerza la pluma que guarda el corazón comienza a escribir, dejando en la piel todo lo que quiere decir.
La casa queda vacía, todos se han ido, hay que ser diligente; hacer camas, cocinar, tener todo listo para cuando regresen. María estafa al tiempo lo engaña, lo seduce y sigilosamente se instala en la terraza rodeada de un pedazo de jardín, con un gran árbol de hojas en forma de pájaros, que proyecta la sombra de una hamaca, cobijada bajo la sabana de un cielo añil sin nubes de almohadas. Y es ahí cuando Paz se posesiona de su ipad y comienza a teclear, es un tecleado lento, poco a poco va acelerando el ritmo, palabras que salen a borbotones, que van derramando historias. Paz se llena de placer y piensa que esta levitando con las letras.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Cuentame nuestra historia

Me pides que cuente nuestra historia, y yo te pregunto cual quieres escuchar?, la que vivimos?, o la que hubiéramos querido vivir?, y te pierdes en el abismo que dices tienen mis ojos, bajas hasta lo mas profundo, y te encuentras con la vía láctea que bien escondo, y te pierdes durante miles de puestas de sol, solo consigues salir de nuestro mundo, cuando me prendo a tu boca y muerdo tu labio inferior, obligandote a hundirte en la batalla húmeda de nuestras lenguas que luchan y se acarician con desesperación.
Y vuelvo a preguntarte ¿Que historia quieres que cuente?. La que se escribió a base de una distancia inalcanzable, insondable, de entradas y salidas fugases en tu vida, de no te vayas, pero te dejo ir, de cartas interminables y poemas escritos bajo la fiebre de un amor incomprendido por lo opuesto de nuestros destinos, de abrazos de palabras, de caricias de pensamientos y besos por teléfono. De un amor que ha crecido porque siempre ha estado ahí, dejando sólo el consuelo, que hemos nacido para conocernos y decirnos adios. Lo que era para nosotros ya lo hemos vivido.
No existe traición para cambiar nuestro ilógico destino, como un precepto tácito que ordenara el no estar unidos.
Y mientras, la vida se nos resbala...
O quieres escuchar la historia que hubiéramos querido vivir?, esa que siempre esta presente cuando te nombro, y evoco, y suelto al aire los planes planeados y nunca dichos; una casa de papel con hijos de tinta y sangre, mi sueño en tu sueño, un deseo controlado y encausado por el tiempo, un amor que madura y que inevitablemente se inclina hacia la gravidez de una vejez pausada, acompañada. Y al final el recuento de una historia, nuestra historia de amor.
....Y te convenzo y te pido, que alguien más cuente nuestra historia, que la invente, que la ponga de cabeza, que nos haga morir de nostalgia por algo que nunca viviremos, que confunda nuestros titubeos, que nos una como extraños, sin temores sin vidas por detrás.
Que nos haga doblar en esquinas diferentes para no habernos conocido jamas.
Que nos invente, que borre nuestros nombres, que nos de otra oportunidad, y así que volviera a escribir ordenadamente nuestro destino, y le de un significado a nuestro inevitable final.

martes, 15 de noviembre de 2011

Me alquilo para soñar

Con el poder de la oscuridad y las manos temblorosas hago los signos mágicos, echo un manto sobre mis pensamientos, tijera en mano corto con el pasado y el presente, me obligo a concentrarme en ti, porque de ahora en adelante lo que tu sueñes, será para mi,
Un cuerpo soñando sueños ajenos.
Me alquilo para soñar, me adueñaré de ese tu mundo perverso, esquizofrénico, impúdico, kafkiano, ese que tú, te has negado, te engañare y te diré que soñar sale caro que no vale la pena, que los sueños no se hacen realidad, que la realidad no sueña, que cuando uno sueña la vida no corre por las venas, es el alma que corre para hacer la sangre mas ligera. Y es cuando los sueños agarran su maleta y se van de viaje, y le dicen adiós a la conciencia, no sin antes susurrarle que han intentado todo por convencerla, que sea inconsciente, lúcida para saber que sueña, pero a ella esto no le interesa.
Tus sueños me esperan, los veo pasar y me decido por ese sueño tibio, donde vuelves a ser niño y tu madre te besa y te acaricia el pelo, y te abraza y no te suelta y te dice quedito al oído, que eres su niño lindo, que nunca nada te va a pasar, y tú, vuelves a sentir el olor de la ternura del amor incondicional.
En los sueños los paisajes se pintan solos, Van Gogh da las ultimas pinceladas de su noche estrellada, se la sabe de memoria, y pisamos su memoria, caminamos por calles oscuras de óleo que se pegan a nuestros pies, las estrellas se quieren deshacer, van dejando gotas de un amarillo celeste que se escurre en nuestro pelo y que poco a poco se van confundiendo con un lucero, y se hace de día, y ese día que antes fue noche pierde su encanto. La luz se lleva los misterios que se arropan en la oscuridad, por eso Van Gogh llora por que sabe que ya no puede soñar, y se quiere arrancar la otra oreja, porque la noche lo ha dejado de escuchar. Y su cobijo es el cuarto de un sanatorio frío. Y sueño, y sueñas, que sueño más loco e impresionable has escogido. Y volvemos a soñar con ese amor de juventud por el que diste poco y arriesgaste todo, él no tiene el mismo rostro, pero sabes con quien estas soñando. Toda la noche me bajo de un sueño y me subo a otro, me divierto, me entristezco, me das miedo, y así te voy conociendo; voy atando y desatando cabos, sin tapujos me dices quien eres, sin decirme una sola palabra, por que esta locura somnolienta es la que realmente me habla de ti, lo que quieres ser y no te atreves o crees no poder. Y es cuando me instalo y me convierto en tu pesadilla recurrente, la metamorfosis se lleva a cabo y empiezas a soñar que eres una cucaracha, que no vales nada y tus noches son largas terroríficas, y empiezas a tomar pastillas para no soñar, porque te da miedo ¿de que sirve soñar?, y vas acallando la magia de tu mundo de ensueño, y te dejó vacío, hueco, sin cielos que tocar, y me das las gracias por liberarte de este tormento que son tus sueños. Y yo, sonrío, cuando me despierto.
¿ Y tú, me alquilas para soñar?.

Saudade

Saudade tenho de ti, do que nunca aconteceu. Saudade dessas mãos que não conseguiram tocar minha pele, e apesar desta lembrança, as vejo em sonhos que não quero despertar, e as invento, e as amarro a mim e ponho nelas cadeados, e jogo as chaves fora do sonho, e sonho, e estou em teu sonho e sonhamos juntos, e me diz tudo o que nunca me disse, e eu te peço que não te cales, que não pares, porque tenho saudade dessas palavras tuas, que são minhas e que não nasceram por covardes, e as prendo, as grudo em tua boca e te beijo, e as engulo e mudo meu nome, porque este corpo já não é meu, me trai, não quer ser se não o toca, e porque sei que só é distinto nos teus lábios.
Te beijo, agarro teu pescoço e me penduro nele, e te digo que sou teu amuleto. Saudade tenho de não ser tua sorte, teu principio e teu fim, só isso que está no meio, e que agora só quer o que pudeste me dar. E penso nesse primeiro encontro que poderia ser tão diferente se a saudade tivesse me falado e tivesse me dito, que esse momento negado, seria mil vezes reconstruído com dor e arrependimento, e sofro e quero abrir os olhos e ver-me nos teus, e te dizer que sim, que sim, que não me importa nada, que vou contigo, que venho, que fico, que é melhor morrer no intento, que viver com a saudade de não haver tentado.

O tempo é distância, os dias pesam em meus cabelos e aparecem brilhos prateados que deixam a lua quando você a vê e eu a vejo, e me consola a ideia que este olhar seja solitário. Quero ser egoísta ainda que tenha de você e você de mim, as saudades de um amor que nos negamos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

El sueño de Muamar



Los rumores de la vida escapándose, agudizaban todos sus sentidos, dispuestos a despedirse de lo inevitable. Era tarde para lamentarse, hay actos en la vida que se salen de las manos, que determinan un destino sin boleto de regreso. Los espacios guardan silencios, pero hay momentos como este, que todo se percibe, la voz del viento, el sigilo de la noche, el juego de las tinieblas que aparecen y desaparecen para dar paso a otras más macabras, más negras, se abren abismos que tragan y llevan a otros abismos.
Escuchó su propio estertor, aspiraba un aire pesado y ruidoso que no alcanzaba a llenar sus pulmones, pero que no le impidió a su mente volar y traer a Libia con los últimos momentos que vivió a su lado. Ahora lo inevitable estaba ocurriendo, lamentaba no haberle dicho tantas cosas, hablarle con gratitud que fue lo que siempre le inspiró, pedirle perdón, decirle lo que en vida nunca se atrevió y que ahora al morir probablemente los demás se encargarían de decir por él.
Anhelaba, como sólo anhelan los muertos, poder quedarse algún tiempo más en este cuerpo que ahora abandonaba, las ganas de vivir le estaban dando miedo, y ya no cabía el arrepentimiento, iba cerrando los ojos con temor de no volverlos a abrir, se iba apagando la imagen del piso de tierra donde la sangre iba ganando espacio, pintándolo de un rojo tibio que empezaba a enfriarse, el torrente de vida que hace unos minutos habitaba en él, huía como jauría hacia la nada por huir del eterno encierro. El alma y la sangre se le iban juntas de la mano, era una desgracia no tener ojos para las dos.
Nunca se imaginó que este momento llegaría y se haría realidad la más recurrente de sus pesadillas, morir en manos de sus enemigos, ¡cuántas noches despertó impregnado en sudor!, reviviendo con dolor todas las torturas, reconociendo palmo a palmo cada parte martirizada de su cuerpo, soportando vejaciones, tratando de desconectar la mente para
no sufrir. Los sueños nunca los pudo controlar; sin embargo, el fin de su vida, eso sí solo él lo decidiría, siempre se lo dijo a Aisha " de mi muerte me encargo yo ".
Al final un escalofrío helado lo recorrió, en las convulsiones de su propio cuerpo, sintió la de tantos hombres retorcerse de la misma forma; pidiendo clemencia, llorando como niños, invocando a Alá, (Ašhādu anna lā ilāha illā [A]llâhu wa anna Muhammadan rasūl l-lâh), y por último montañas de pies, cabezas, manos, el desprecio de la humanidad por un cuerpo que se doblega ante el dolor.
Sabía que Alá lo estaría esperando, siempre guió sus pasos, sus decisiones hasta el final, tiene que ser justo, porque juntos lo planearon.
Al partir, pudo verse tirado en el piso de tierra, boca abajo rodeado por el charco de su propia sangre, un cuerpo que le perteneció y ahora yacía sin poder. La mano se aferraba a una arma fría, era el arma de un muerto.
El estruendo llegó junto con aviones de la OTAN, un caza bombardero atravesó las nubes dejando caer terror y muerte en su camino, se oyen pasos, gritos, voces que braman su nombre, disparos, pero ya no importa nada, nada de esto ahora le atañe.
Aisha ve su rostro reflejado en el televisor hace rato que las imágenes que salen de él han dejado de producirle las mismas sensaciones, de dolor, impotencia, rabia, compasión. Unas inmensas ganas de llorar, de destruir y hacerse daño se apoderan de ella, y mientras tira y rompe todo a su paso, blasfema. No alcanza a comprender ¡cómo su padre permitió tanta humillación!, tanta tortura, tanta aflicción, ¿que falló? ¿en qué momento le faltó el valor?, o al contrario quien le dio el valor de soportar lo que decía nunca sería su caída a manos de nadie, que no fueran sus propias manos.