jueves, 22 de diciembre de 2011

Agua turbia sin espejos

La niña, muy quieta se sentó, le sudaban las manos, vio reflejado en el espejo su rostro inquieto, sus ojos grandes, verdes, guardaban una revolución, su boca carnosa, trémula dejaba escapar una débil oración, su pelo raudal de trigo, impávido ante la violencia de las tijeras, iba cayendo al vacío. El retrato cambiaba en todo momento, y la niña lejos de reconocerse se alejaba de su más próximo recuerdo. Los ojos se le endemoniaron tal vez por que la estela del tiempo pasó y ella ni cuenta se dio.

La niña por tercera vez se miró en el espejo.
"te va a salir el diablo" le dijo su abuela.
La niña pensó que bien vale la pena ser amiga del diablo siempre y cuando este, seduzca también al espejo.

El diablo que habita en el espejo de mi cuarto, vomita la imagen de la niña que realmente soy, la que dicen todos conocer esta atrapada detrás de su reflejo.

Busco el brillo de mis ojos, y encuentro el fuego de mi alma, no es el espejo quien habla, son estas llamas que no se callan, que luchan por salir de un espejismo que las atrapa. Reducidas a una llama, solo crecen cuando se les da importancia, y salen desaforadas en hoguera que todo arde, quemando, piel, huesos, carne, cenizas que se esparcen. Y solo entonces queda lo importante, lastima que el espejo sea ciego y se resista a devolver esta imagen.

Maria se vio de reojo en el espejo, su pelo enjambre de culebras, en piedra la convirtió, el tiempo que todo se lleva, en polvo a Maria se llevo, y el espejo solo se quedo.

Paz ya no ve de reojo al espejo ha aprendido a mirarlo de frente.

Con los años mi imagen es lo que menos me inquieta, se lo he dicho a mi reflejo, he aprendido a superar su superficialidad. Todos los días me reinvento, tratando de despistar a esta figura imaginaria, que no soy yo, yo soy otra.

Mientras te beso, te abrazo y te muerdo, este cielo de espejos multiplica nuestros deseos, abro los ojos me espío, te espío, fuera de lo que padecemos, este doble, cuádruple encuentro, me intimida, me desasosiega, me irrita al pensar que esa quien dice ser yo, se convierta en testigo manifiesto.

Frente al espejo 9 veces su nombre, retando al espíritu, que conoce la fecha del día que se entierre mi nombre, siempre 8 veces te nombré, la novena pagaba condena, encerrada en mi boca con cadena, solo dejare salir 9 Bloody Maries, el día que jugar y vivir me canse, para ponerle fin a esta duda que prefiero a la tumba no llevarme.

Me gustan los charcos turbios, porque es cuando mis demonios sin espejos salen de paseo.

1 comentario:

  1. Las culebras de tus chinos son mágicas...no me queda la menor duda, al fin y al cabo, son espirales...

    Besos

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