Vale estaba sentada junto a Fernando, al verlos así, tan cerca uno del otro tanto que parecían cosidos, daban envidia, ella se escondía detrás de la voz y los gestos de su novio, de vez en cuando apoyaba la cabeza en su hombro y su mirada se alargaba y acariciaba lentamente su mano, apenas un pequeño roce que tanteaba el fuego, ése, el que hacía que sus ojos brillaran. Una complicidad fluía entre ellos, que no era ajena a los demás. Estaban viviendo algo parecido al paraíso terrenal y yo ni siquiera lo imaginaba.
Esa mañana entró altiva al salón de clases, sin embargo, ni su actitud ni la velocidad de sus pasos hasta alcanzar el pupitre junto al mío, lograron esconder sus labios que parecían una granada a punto de reventar. Se sentó, no dejé de interrogarla con la mirada hasta que la voz de la miss habló por la mía. Valeria, ¿Qué te pasó en la boca?, ve al baño y despíntate?. Ay, miss, le juro que no estoy pintada. Ayer no sé qué comí. Y movió la cabeza hacia mí para regalarme una sonrisa pervertida.
En el descanso nos enseñó sus labios hinchados y amoratados escondidos bajo un labial rojo granate. Cerró los ojos al mismo tiempo que la yema de sus dedos, tanteaban el recuerdo, mientras pronunciaba el nombre de Fernando.
Salo, retorcía las manos y suspiraba cuando nos contaba los besos que Vale y Fernando se daban, se quedaban viendo muy cerquita uno del otro, sin ojos para nadie más, hasta que sus bocas primero se tocaban y luego lentamente se abrían, mientras ellos parecían tiritar, las lenguas empezaban a cobijarse y se arrimaban uno contra el otro hasta acabar en un vaivén lleno de pequeños quejidos. Después se separaban sin dejar de mirarse y de la nada estallaban en risas tan contagiosas que Salo acababa riéndose con ellos. ¿Porqué se reirá Vale después del beso?" pensábamos todas, ninguna habíamos tenido novio, Lola y Salo apenas tenían 13 años y Laura, Vale y yo, todavía no los cumplíamos. Pero Vale era especial y por eso Fernando a sus 18 años se había fijado en ella, eran el uno para el otro, así lo veíamos nosotras, aunque los padres de Vale no estaban de acuerdo con su noviazgo. Don Tomás nunca le daría a su hija permiso para andar con alguien que la desviara de sus obligaciones.
Esperaba verla aparecer por la puerta del salón de clases, hacía dos semanas que Vale no venía a la escuela, no contestaba el teléfono ni aparecía por las fiestas a las que nunca faltaba, tampoco habíamos visto a Fernando. Días después, supimos por la directora del colegio que Valeria iba a estudiar el resto del año en el extranjero. Todas lloramos, más que su partida nos dolió su indiferencia, se fue sin decirnos adiós.
Me acerqué a Fernando, que me miraba con sus ojos profundamente tristes, dijo que ya no tenía lágrimas, que la amaba, que nunca la iba a dejar de querer, me contó que esa noche fue a visitarla a su casa, estaban platicando cerca del portón de la entrada escondidos tras un árbol, empezaron a besarse, sus manos encontraron estorbo en la ropa y no se calmaron hasta tocar la piel caliente de cada uno, pero la necesidad de sentirse era tan grande que acabaron uno dentro del otro, no les importó el ruido del coche que cada vez se escuchaba más cerca. El tiempo simplemente se plegó ypor un instante fueron dueños de él. Se desprendieron temblando, saciados pero insatisfechos con la certeza de un futuro juntos, y esa fue la última vez que la vio. Al día siguiente la llamó por teléfono todo el día, hasta que por la noche decidió ir a buscarla a su casa. Fue Don Tomás quien le dijo que Valeria se había ido a estudiar la secundaria al extranjero, que sabía perfectamente lo que él y su hija estuvieron haciendo durante los últimos meses, y que ningún escuicle estúpido le iba arruinar la vida.
Fernando pasó meses hablándome de ella; de sus ojos, de esa mirada profunda donde él se perdía para encontrarla, y reconocer que siempre habían estado juntos, que eran destino y que su historia iba a terminar como debía de ser. Mientras, yo sufría en silencio y ardía en dolor y deseo por un hombre que apenas se fijaba en mí, lo abrazaba y dejaba que nuestras fantasías se tomaran de la mano para jugar a la misma historia, donde él pretendía que yo fuera otra mujer y yo, simplemente, era quien tenía que ser.
Vale no regresaba, no la volvimos a ver. Su familia se cambió de casa. Fernando les siguió la pista por algún tiempo hasta que la distancia se encargó de anestesiar la herida que nunca dejó de supurar, de la que yo me olvidé.
Nuestra boda fue sencilla, llena de gente que nos quería y que apostaba por el futuro feliz que veían en su mirada y en la mía. Yo en sus ojos veía el eco de mi amor, suficiente para hilvanar nuestra historia.
Fernando se despidió de mí como todas las mañanas, tierno, con un beso en la frente y otro lleno de pasión en los labios, estirando los cinco dedos de su mano sobre mi vientre virgen, que pedía día a día ser habitado, él no participaba en la frustración que yo sentía de no tener hijos. Decía que la Almudena de su vida vivía a su lado y que no la quería compartir. Siempre pensé que mentía para aligerar mi dolor. ¿Qué hombre no quiere tener un hijo?.
Lo identificaron sus padres, yo no tuve la fuerza ni el valor de reconocer lo que quedó de él, me conformé con repasar una y otra vez las fotos de su coche destrozado, su billetera y el anillo que como símbolo de fidelidad, le había puesto en el dedo el día de nuestra boda, hacía tres años.
A Ella no la pude ver, aunque lo hubiera querido, no la velaron, su familia prefirió incinerarla y llevarse sus cenizas dejando su destino unido al mío de la manera más perversa.
Yo también estaba muerta pero no podían enterrarme.
Fue Salo quien me dio la noticia. Al abrirle la puerta me extrañó su mirada llorosa, su abrazo débil, tuve que tomarla de la mano y llevarla hasta el sillón. Me senté junto a ella y dejé que su cuerpo se recargara en el mío, no pudo verme a los ojos, habló para ella misma en un trance que no permitía pausas ni descanso, la seguí en su relato todo el tiempo que pude hasta que mi mente enloqueció y escuché, ajena, sin pena, del triángulo amoroso en el que vivía desde hace dos años sin estar enterada. Perdí la calma y dejé que el llanto fluyera, un llanto fúnebre por tres pérdidas; la de Fernando, la de Valeria y la mía.
Vale regresó a buscarlo, lo encontró casado con su mejor amiga. Al principio ninguno de los dos pensó reanudar lo que una vez habían comenzado, pero hay pasiones que lo llenan todo y no obedecen otras leyes que no sean las del instinto. Acabaron y siguieron amándose, a pesar de saber
que la vida me había puesto justo entre los dos, que yo no hacía otra cosa que recordarles que su felicidad nunca sería completa.
Salo me pidió mil veces perdón. En más de una ocasión estuvo tentada a desenmascararlos, ponerme pistas para que desconfiara, indagara y llegara a la verdad que ella no podía confesarme, éramos todos amigos ¿a quien debía traicionar si no a mí misma?. Las personas existen si alguien las advierte, para mi Valeria nunca fue una sombra, yo viví feliz hasta su muerte.
A ti, Almudena, te parí el día que supe de tu existencia, no naciste de mi vientre, pero sí de mi alma, hay ocasiones en las que el deseo es más fuerte que la sangre. Desde antes de nacer estabamos unidas, yo amaba a tu padre y a tu madre, ellos te dieron mi nombre, ahora eres vida en la palma de mi mano.
Al saber de ti, no me importó lo que los demás opinaran, corrí a buscarte, tus abuelos maternos prefirieron negar tu existencia dejándote con mis suegros, quienes, con lágrimas en los ojos, pusieron en mis brazos el bulto tierno que eras a los tres meses. A partir de ese día los tres escribimos una nueva historia. La de tus padres acabó como Fernando me dijo una vez, que su historia con Valeria debía de terminar como debía de ser, nunca lo entendí o más bien nunca lo quise ver, hoy sé que tenían que reencontrarse para pasar la eternidad juntos.
¿Ahora entiendes, Almudena, cuando te digo que estamos hechos de historias y que hay algunas que nadie puede desviar de su final?.
Mi querida amiga, escritora, pintora de las letras, que historia, cuantas lindas frases y pensamientos. Aun me pregunto cuando leyere un libro tuyo publicado, autografiado por ti? El mundo lo merece.
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