La cama se vuelve en mi contra. Me dice que si estoy acostada aquí,
de esta manera tan frágil y dulce, no debo estar soñando con ser de
otra manera.
El armario frente a la cama me grita: hipócrita. Pequeñas voces
también salen de cada uno de los
cajones, y uno, solo uno, tiembla para llamar mi atención.
Salto de la cama con el único propósito de tranquilizarlo. Mi esposo
está a punto de salir del baño y puede descubrir mi lascivo secreto en su
interior.
Lo abro, y mis ojos recorren hipnotizados el negro encaje, mis manos
ansiosas rozan la tela produciendo un placer denso que se clava en el centro
donde se revuelven mis aguas. Ardo, ya en deseos de ponerme esta ropa interior,
de ser otra mujer: sexy, atrevida y deseada.
La puerta del baño se abre. Mis manos dejan descansar las prendas,
junto con mis deseos. Mi marido se acomoda en la cama y yo, reprimida y seca,
me acuesto a su lado.
Quizás mañana las regrese a la tienda.
Ay Maria, ya te extrañaba...está maravillosa esta entrada, besos
ResponderEliminarS.
Ah,niña María! Como estas densa! Maravilloso!!!
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