sábado, 11 de febrero de 2012

Ira

Carmen acostada en la cama, quieta muy quieta, ve desvestirse a Pedro, el silencio la altera, Pedro consciente de ser visto se tarda en la maniobra de quitarse el pantalón y con sumo cuidado lo deja en el respaldo de la silla, luego, el calzon que va a ocupar el mismo lugar, se sienta despacio en la cama dandole la espalda a Carmen, se quita un calcetín, luego el otro, decide hacerlos una bola y aventarlos junto a la silla, caen sin hacer ruido, lenta muy lentamente voltea el torso, Carmen y Pedro se miran, ella con una mirada desorbitada, perdida, el con ternura y unas ansias contenidas.
Pedro sabe sonreír con toda la cara, la risa de Carmen es tímida incompleta .

_ Prende la luz, así me siento mejor.

Pedro se levanta de la cama, sin prisa llega a la pared donde esta el interruptor, sabe que Carmen tiene la mirada puesta en el, su cuerpo delgado no lo avergüenza. El cuarto se inunda de luz, Carmen cierra los ojos, quiere borrar los recuerdos, siente el cuerpo de Pedro que respira cálido junto al de ella, no los quiere abrir, solo un poco más para darse valor. Aspira un olor a limón a limpio y en el fondo a acido a sudor, la envuelve la seguridad, la calma, su cabeza anida en el cuello de el, si solo se conformara con sentirla, si no le pidiera más.

Pedro percibe su cuerpo duro, caliente, y se pega a Carmen, la respira entera, se le atora en la garganta, solo logra sacarla con un te deseo desinflado, seguido de besos, que dan vida a una piel que empieza existir, que se deja llevar por las yemas de los dedos que van dejando pequeñas huellas de fuego.

Manos que suben y bajan, acompañando respiraciones entre cortadas, jadeos, nudos de piernas y brazos que se atan y se desatan, bocas que succionan almas.

Pedro se hunde entre las piernas de Carmen, ella tensa el cuerpo, como resorte se incorpora en la cama, un sabor amargo empieza a inundarle la boca, el cuerpo paladea el recuerdo, el olor de su fétido aliento, su lengua viperina, escurridiza y húmeda deslizandose por todo su cuerpo, lamiendo y barriendo huecos, levantando llagas, desgarrando por dentro todo pudor, todo deseo.

_ ¡Por favor, no me haga daño, me duele, me lastima!,

Se siente acorralada, invadida, se revela, golpea con los puños, patea, el miedo la paraliza, dejandola indefensa. Al mismo tiempo que siente bajar por su entre pierna un calor liquido, seguido de un temblor incontrolable que la hace castañear los dientes.

No hay respuesta solo el silencio de la noche y la ira de un hombre que la avienta entre ramas y piedras, que enviste, golpea, rasguña, rasga carne, deshilacha ropa, una piel que pesa, que se impone violentando, sacando y metiendo un arma que destroza por dentro, que se mueve, que devora, llenando resquicios envenenandolos, para emanar vapores que saben a muerte, y se muere de una forma lenta, tan lenta que el cuerpo no se da cuenta y anda por el mundo viajando solo, la única evidencia de esta ausencia son los ojos vacíos y desorbitados que no hacen mas que dar pena por que ya no dicen nada.

La soledad de un cuerpo que se queda herido con un alma ultrajada, atrapa en un solo delirio que se llama venganza.

_ Carmen soy yo Pedro, abre los ojos, mirame!.

Carmen lucha forcejea, rasguña, pega, encaja dientes, muerde, escupe, saca fuerzas de donde puede, llena de ira se defiende, es el llanto de una loca el que se oye, palabras incoherentes, la fuerza del valiente que asesta un golpe certero en la cabeza de su agresor, un cuchillo guardado con esmero, listo para el momento.
No existe claridad en el pensamiento, solo una mujer con un ajuste de cuentas.

El cuerpo inerte de Pedro rodeado de unas sabanas blancas que se van pintando de sangre no es lo único que Ana, la hija de ambos, encontró al llegar a casa, pudo ver también a su madre acostada junto a su marido, desnuda de rojo, hecha un ovillo perdida en un mundo donde la arrastraron, y del cual no puedo salir, con la mirada desorbitada, vacía, y en sus pupilas clavada la imagen del único hombre al que amo.

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