domingo, 2 de septiembre de 2012

Claroscuro


Viejo ve como entra el sol por la ventana, los pliegues de su piel cansada se inundan de claros y sombras; su mente cada vez más deslavada, se ilumina recordando quien fue, los ojos sin futuro brillan.
La mano temblorosa que empuña el arma apunta al corazón. Viejo llora lágrimas secas, que le provocan una leve convulsión, el dedo jala el gatillo, se oye una explosión, y el golpe seco de un cuerpo al caer.
La muerte apenas, más que una molestia, un dolor momentáneo. Piensa. Ahora tiene la libertad deseada.
Mientras en la sombra el cuerpo inerte de su mujer se desangra.

Resquicios

María acaricia la espalda desnuda del hombre que duerme a su lado, conoce de memoria cada palmo de su piel, cierra los ojos y aspira el olor de su cuerpo que va llenando todos sus orificios, y es cuando el deseo revive en sus entrañas, lo ama como nunca amó a nadie, con el nació bajo las yemas de sus dedos.
Inicia el despertar de la pasión, sin apenas pensarlo sus ojos se clavan en la argolla que luce su dedo anular, suspira y con un dejo de malicia, se quita la sortija y la desliza  debajo de la almohada, ya sin ataduras evidentes y llena de placer da rienda suelta a su libertad.