Viejo ve como entra el sol por la ventana, los pliegues de su piel
cansada se inundan de claros y sombras; su mente cada vez más deslavada, se
ilumina recordando quien fue, los ojos sin futuro brillan.
La mano temblorosa que empuña el arma apunta al corazón. Viejo llora
lágrimas secas, que le provocan una leve convulsión, el dedo jala el gatillo,
se oye una explosión, y el golpe seco de un cuerpo al caer.
La muerte apenas, más que una molestia, un dolor momentáneo. Piensa.
Ahora tiene la libertad deseada.
Mientras
en la sombra el cuerpo inerte de su mujer se desangra.