No es fácil saber que te estas
muriendo, que has dejado de ser tu misma y que poco a poco tu cuerpo te deja de
pertenecer ya no te obedece, se revela, lentamente la enfermedad se apodera de
el, y sólo ella decide quien eres ahora, como te mueves, que sientes que comes,
y mágicamente el espíritu viene en tu ayuda y te susurra bajito que eres más
que piel y huesos y empiezas a viajar con lo que sabes que nadie te puede
quitar, vacías tus recuerdos, desmenuzas tu historia, abres los ojos y las
imágenes del exterior te llegan de otra manera y estas te empiezan a enamorar y
te hablan de un mundo del que muchas veces te quejaste y del que ahora no
quieres dejar porque es el único que conoces y crees dominar.
Y elevas los ojos al cielo y sueltas
plegarias ¡No me quiero ir!, ¡No me quiero morir!, y piensas en tus hijos en su
vida sin ti, en la soledad de tu pareja, en el profundo dolor de unos padres
que ya no te verán, en los espacios que estas por dejar, en todo los objetos con significado que se van a quedar sin sentido, en los paisajes que
recuerdas y los que no pudiste visitar, en las palabras que siguen atoradas en
tu garganta y que ahora cobran el valor para dejarse pronunciar, en las cosas
que quisiste hacer y nunca te atreviste porque pensaste que no eran para ti y
ahora la claridad de una partida sin retorno te libera y te da la fuerza para
querer intentarlas. Pero nada de esto es suficiente, esta decido te vas, no lo
puedes evitar y entras en un estado de shock, qué sigue?, qué va a pasar?, qué
lugar voy a ocupar?, te ofuscas, la respiración se acelera, los latidos del
corazón se atropellan y caes en una oscuridad que te traga y te da miedo y
lloras por dentro solo por dentro afuera eres la que se esta muriendo, otros
son los que lloran por ti y son ellos los primeros en no querer dejarte ir, en
rezar para que no te vayas, no quieren entender que estas viviendo los últimos
segundos de tu destino, la única verdad
de todo existir.
Los abrazas con los ojos y te vas
despidiendo de cada uno, uno por uno.
Llega la luz y empiezas a
experimentar sensaciones antiguas, reconoces el vientre de tu madre su calidez,
la paz, la inconsciencia, y te dejas ir por ese vaivén líquido que
aletarga tus sentidos, y te
das cuenta que todo esta en ti y tu estas en todo, el alma se expande, abandona
el cuerpo, la mirada se separa de los que antes fueron tus ojos y te ves como
lo que fuiste.
Cruzas, puertas que se abren y se
cierran, sientes amor, encuentras a tu paso personas que conoces, sabes que
hace mucho que murieron. Estas muerta, entre muertos, ya no tienes miedo, en
esta vida no es necesaria la vida, y me río sin boca de lo que a todos alguna
vez nos contaron; que los muertos cuidan, que hay que rezarles, que dejan de
existir.
Lo único que tienes que hacer es
escuchar el silencio de los que como yo nos hemos ido, un silencio que no dice
nada, donde sólo hay ausencia, lágrimas y seres queridos atorados en los huecos
del recuerdo.