Se propuso coleccionar todos los sonidos que consideraba
importantes. Uno a uno los guardó en el caracol de sus oídos, y cuando la
sordera fue eminente, los nombró, los sintió y los escuchó. Soltó al fin la
palabra "mar", y la brisa le devolvió una ola de silencio que la
arrastró mar adentro. Al inundarse sus ojos de una agua espesa, escuchó
finalmente el sonido perdido.